viernes, 25 de septiembre de 2009

filosofando caliméricamente sobre el absurdo del amor y su no correspondencia



Llega un momento en que te das cuenta de que te has pasado la vida entera observando la espalda de la gente, tarareando alguna canción similar a esa, pero ellas nunca escuchan, tienen otra emisora sintonizada, la suya propia, y no se giran. Tal vez a veces les llegue el sonido, entre distorsiones provocadas por su propia cantinela, pero ya ven por el espejo retrovisor que eres tú. Y tú no vales la pena, a nadie gustas. Entonces quitan el volumen de tu música y te ignoran. O corren deprisa hasta la espalda que anhelan y se tiran a ella placándola, todo sea por huir de ti. O tal vez se giran pero para buscar a una intérprete que no eres tú; o para pegarte la bronca por cantarlas y decirte que no quieren que tú las quieras, que lo que quieren es que las quiera aquella que han elegido. Aquella por la que hacen infinitas tonterías, aquella que les arrebatan los versos de amor más ardientes, aquella que han elevado a los altares, por la que morirían, por la que sienten justo lo que tú sientes por ellas. A mis espaldas no hay nadie tarareando ninguna canción en estos momentos, creo que nunca (o casi nunca) la hubo. Pero si la hubiera, me giraría. No hay absolutamente nadie que no merezca la pena, que no merezca el beneficio de la duda, una oportunidad. Aunque corres el riesgo de que le des la alternativa y acabes tú enamorada de ella mientras a ella se le pasa todo, algo así como, “coño, de espalda estaba más guapa”. Pero no, detrás de mí no hay nadie, si dejo de cantar, sólo hay silencio, soledad, vacío. Es el desierto.

Y sí, para qué negarlo, envidio a aquellas que silban una nota y se giran 10 espaldas y puede jugar a la vez con todas, si no sabe a quien elegir. O que permanentemente tiene muchas personas detrás cantando para ella, por ella. Te da un poder supremo, puedes decir “contigo no, bicho”, “a ti te doy hora en dos semanas, que primero me enrollaré con ésta que tiene buenas domingas”, “tú, preciosa, me cantas cuando crezcas un poco”, “tú vete desnudando a ver qué tal”. Y me encanta cuando les va mal. Rollo “al final me pillé por la de las tetas grandes y me ha puesto los cuernos con la enana joven y me quiero morir, enguannnn”. Creo que se trivializa mucho el amor. La mayoría de las veces es sólo sexo. Otras veces se quiere que sea de cuento de hadas sin poner nada de tu parte, aparte de las musarañas fantasiosas de la cabeza …y del coño, claro. En otras ocasiones las relaciones son para ti como las lianas para Tarzán y vas saltando de una a otra al grito de ahhh.. ok, el de Tarzán, para descojone de la mona Chita. Otras veces no sabes lo que quieres. Y todas las veces es limitado, finito, llega un momento en que te has cansado. Tienes que ser muy especial y rara para que eso no pase y francamente que se ajunten dos mujeres asín es imposible. Y se trivializa tanto porque para la mayoría es muy fácil encontrar pareja. Siempre hay una espalda que se gire hacia ella, alguien a su espalda que no le disguste. Y puedes repetir y repetir, siempre en pos del amor verdadero, la princesa rosa, tu media naranja, …o simplemente un coño diferente. Para mí no es nada fácil. Por eso, jamás se me ocurriría trivializar una relación, ni rechazar gratuitamente a aquella persona que muestre un interés en mí. Sólo una vez lo hice, porque era un tío, y una es un poco demasiado bilibiana, así que utilicé la manida frase de “no puede ser, es que tú no me gustas, blablablabla, pero podemos ser amigos”, y cuando, al cabo del tiempo, le vi feliz con una tía rubia, sentí un no sé qué amargo en el estómago. En otras ocasiones quizá me haya pasado, no soy consciente de ello, que haya ignorado a alguien cantándome a la espalda, puede ser, pero es que de no escuchar casi nunca nada, aparte del sonido de mi propia voz, creo que me he quedado algo sorda, y la costumbre de que nunca me pasa nada bueno y el escepticismo desesperanzado que hace tiempo se apoderó de mí, puede que me hagan creer que la melodía proviene de alguna radio o televisor de por ahí; así que necesito que me griten repetidamente y si me pueden dar con una piedra en la cabeza, mientras tanto, mejor.

En fin, que es todo muy complicado en este juego de quién persigue a quién y a mí me han repartido una mano pésima y no sé marcarme faroles. Tengo todas las de perder, ahora y siempre. Pero por desgracia no puedo evitar jugar; siento, igual que tú, que mi corazón late, que mi pepitilla del kiwi palpita y me salen solas canciones como ésa, mientras miro tu espalda e intuyo cómo tus suspiros van en otra dirección, cómo en tus oídos siempre hay otras melodías, nunca las mías, cómo no hay sitio para mí dentro de ti. No te vas a girar para tomarme de la mano y cantar conmigo esta canción, nunca lo harás, tanto te disgusto, tan monstruosa me crees, tan inferior al resto me encuentras. Y si me giro, sólo hay un inmenso y silencioso desierto. Cada vez pienso más que simplemente no existe mi lugar en el mundo del amor.

5 comentarios:

calaix dijo...

doncs ja som dues... anem a tirar pedres al riu? almenys sentirem la remor de l'aigua...

YO dijo...

No te pongas tan trágica, cuando quieras ven a visitarme a mi hogar dulce hogar.

coses2 dijo...

Si que senten la teva música i es giren i et miren, malgrat que no puguin cantar amb tu.

coses2 dijo...

Si que senten la teva música i es giren i et miren, malgrat que no puguin cantar amb tu.

Anónimo dijo...

¿Has pensado en cambiar la letra de tu canción, en ser un poquitín mas justa contigo y con ellas?

Estoy convencida que no buscan otra espalda para huir de ti, sino porque la tienen fija en sus sueños sin saber bien por qué, y no pueden evitar reproducirla exactamente una y otra vez entre sus pensamientos, aún a sabiendas que quedan sordas para escuchar otras canciones, tal vez aquélla que les estaba destinada. En cualquier caso, a ellas no las vas a poder cambiar, prueba de cambiar tú, prueba de cambiar tu canción, y a ver qué ocurre.

También puede ser que les pase como a mí. No puedo ver el vídeo que has puesto y escuchar tu canción. ¿Se puede saber cuál es?

Ananda