el cielo parece más azul, aunque esté nublado

Estos días de atrás no ha hecho buen tiempo en Barcelona, sin embargo yo miraba al cielo y me parecía más azul que antes, aunque estuviese nublado. En el metro ya no empujo para salir, pregunto educadamente “si baja” al que esté delante estorbando con toda su santa pachorra. Y cuando me ponen el cortado no gruño a modo de saludo, sino que intento vocalizar la palabra gracias e incluso sonreír mirando a la camarera que me lo ha puesto o muy frío o muy caliente o muy tarde. Si voy a comprar algo con prisas y se me entretienen tontamente por h o b ya no echo una mirada de mercenaria asesina fría que podría helar la sangre de la inepta dependienta si no estuviera en Babia y se percatara de ella, sino que aguanto pacientemente mi turno con los pensamientos en otra parte y una sonrisa de oreja a oreja. Hay cosas tontas que me hacen gracia e incluso me provocan la risa, cuando antes no las encontraba el puto maldito chiste. Por ejemplo, que la chica catalana que está comprometida con un italiano y que usa el consabido timbre profesional de las administrativas al teléfono, adopte un acento gallego cuando habla en español con él. Porque lo hace y a mi me hace gracia y hasta me podría reír. Y eso que el acento gallego, junto al canario, me pinza la tripa e inculca un rictus de inmovilidad a mis labios. En ese sentido, cuando navego por Internet no se me comen ya los demonios, aunque los motivos sigan estando ahí. Por otro lado, si alguien cuando hago ver que trabajo tiene la radio puesta no me cago en su árbol genealógico internamente, sino que incluso disfruto de la música y la podría hasta tararear: la number one de aquí al lado, en el singingbox, la escucho casi cada tarde…”gotas de agua dulce, rayo de sol…”.

Anoche se me estropeó el pc, porque ahora dice que no le sale los huevos de arrancar, pero yo, que antes hubiera gritado hasta a mi pobre gato (con lo mimosito, dulce y tierno que es, además de chafardero) y hubiera llorado de rabia hincada de rodillas clamando al cielo “¿por qué me hacéis esto? ¿qué he hecho yo para merecerlo?” (hum, a veces sobreactúo), sólo siento un pequeño disgusto en ningún modo magnificado, mientras pienso que ojalá el amigo de mi tía la que no habla encuentre la tecla y lo arregle. Y ahora mismo, haciendo gala de mi torpeza habitual, he desparramado el café en la mesa de trabajo y no me he cagado en la puta madre que parió a la nespresso y a george clooney ni en mi debilidad por meterla mano (a la máquina, se entiende, no a la mamá del señor ése tan atractivo), sino que una vez comprobado que no había daños irreparables, he limpiado la mesa con servilletitas y ya está. Claro que ahora estoy oliendo todo el rato a cosí. También el boss me ha puesto más faena, y en vez de hundirme porque ya me sale hasta por las orejas, pienso “bueno, pos ya se hará”. Ahora, de hecho, me cunde más el trabajo y pierdo menos el tiempo. Tampoco nada espectacular, pero es que antes era escandaloso.

Ay. Y es que miro al cielo y me parece más azul que antes, incluso aunque esté nublado. Esta mañana temprano en la tv3 han puesto una foto de Girona con el tiempo que hacía y se me ha puesto una sonrisa de alelada que hasta mi sisunín me ha mirado raro. Y el otro día vi en la tele a Rihanna con este vídeo que inserto y me pareció supersexy y fue como un descubrimiento cuando ya la había visto muchas veces antes. Será que me fijo más en las cosas. O que el mundo se ha vuelto menos feo. No sé. ¿Me habré dado un golpe en la cabeza que me ha atontado? o ¿Habrá cambiado algo?. Hum… Gracias, mala, malísima. ¿Te he dicho ya alguna vez lo guapa que te pones cuando sonríes? ¿y lo preciosa que estás aunque no lo hagas?