Mi sobrina, hace unas navidades, dio mucho por culo con el juego nintendogs. Había que comprárselo sí o sí. Era el juguete de sus sueños. Para colmo, muchos otros niños caprichosos y mimados pensaron lo mismo. Así que su tita se pateó toda Barcelona en busca de él y ni rastro, agotado. Paradojas de la vida, al final, sus padres lo encontraron en Lanzarote, donde cambiaron el año. Pues bien, ella recibió con alborozo el regalo, su gran deseo, su enorme ilusión, aquello por lo que suspiraba, el que la llevó a hablar con dulzura y apasionamiento, el que la hizo escribir una carta a los reyes magos plagada de amor por los cuatro costados. Jugó con él varios días, las 24 horas, ensimismada y… al cabo de dos telediarios se cansó, le empezó a ver todos los defectos posibles, se enfrió, lo quitó de su cacharro y lo destinó al sótano. Ahora busca otros juguetes, siempre deseando la novedad, el no va más, cosas que la enciendan y si preguntas por el nintendogs, te dice “ah, ése, ya no está de moda, andará por ahí abajo”. Sin compromiso, sin responsabilidad, como la niña inmadura de mente volátil que es, consigue su juguete, lo usa, se cansa, lo tira y a otra cosa. No valora lo que costó, en dinero y esfuerzos, lo que aún puede dar de sí, y ya se olvidó por completo de lo que sintió la primera vez que lo tuvo en sus manos. Lo mismo le pasa con los perros de verdad. Es normal, son los tiempos que corren, supongo, todos son así. La anormal soy yo, de nuevo la oveja de color imposible. El osito de peluche que me regalaron a los cuatro años sigue conmigo y mis sobrinos-nietos lo conocerán (si, caso improbable, duro para conocerlos). Mi gato estará conmigo hasta el día en que se muera (o me muera yo, que nunca se sabe). No son perfectos, hay otros mejores en su categoría, más bonitos y con dos ojos (jackie está tuerto), más cariñosos (mi sisú puede llegar a ser muy arisco…), y sí, ya hace tiempo que están ahí, los pesados, siempre los mismos, sin novedad o con apenas algunas, pero son mis niños y los mimo y los cuido. Por supuesto que no tengo la ilusión del primer día por ellos, mis sentimientos son más calmados, pero también por eso más verdaderos, profundos e intensos, los sigo necesitando y queriendo y no los dejaría tirados por nada del mundo.
El otro día bajé al sótano a buscar el cartucho del nintendogs, a ver cómo estaba. Deprimido, paralizado, perdido, desorientado, no es fácil pasar de la noche a la mañana de ser el juguete de los sueños de alguien y sentirse amado, deseado, necesitado a ser uno más en el sótano de los juguetes rotos en cuerpo y alma. No consigue olvidar a mi sobrina y sueña con el utópico día en que lo vuelva a meter en su consola y juegue con él de nuevo con pasión, día y noche. Sin volver a tirarlo nunca más. Incluso piensa en intentar mejorarse y que los perritos virtuales hagan cosas nuevas que sorprendan a su amada. No está bien. No concilia el sueño hasta las 3 de la mañana si no se ha bebido antes varias copas. Y si lo hace se despierta a las 6 con pesadillas y bañado en lágrimas. Vaga por el sótano, dando vueltas a las cosas, perdido entre memorias del pasado. Sintiéndose inútil y solo. A veces queda con alguien para que juegue un rato con él. Aunque la última semana, Forrest Gump dijo que pasaba de ir a buscarle porque llovía y la adorable perra-chanchita de peluche anuló la cita por un inoportuno dolor de espalda. Encima al Madrid le robaron escandalosamente y el Barça tiene toda la suerte que a él le falta. Y es que a perro flaco, todos son pulgas. En fin. Él se hubiera quedado toda la vida al lado de mi sobrina, ofreciéndose sin fin, sin desaliento. Nunca ningún juguete la querrá igual. Pero ella ya pasó página y le ha dejado relegado al olvido casi permanente, mientras el pobre nintendogs no se la saca de la cabeza.
Estaré equivocada en todo y las cosas no son como las veo yo (no, tal vez sean peores, incluso) y blablabla. Pero me siento así (párrafo 1) y estoy mal (párrafo 2). Y esto va a durar. Aunque intentaré dejar de lamerme las heridas y de aullar de dolor, al menos en el blog.
Manolo García:
Nana del marinero,
nudo de antojos,
que nadie te amará tanto como yo.
Si ahora pudiese estar mirando tus ojos
iba a estar escribiendo aquí esta canción.
Esperaré. Y si no vuelves,
bajo el olivo me quedaré dormido
y dormiré entre libros prohibidos.
Al olvido de un tiempo que añoro.
El que viví contigo.
Mi caballo negro yo te lo regalo.
Carbón, ramas secas al enamorado.
Perdonarte quiero
más no tengo prisa.
Disculpa un momento,
que me desenredo.
Sírvete entretanto
lo que te apetezca
Redimirme quiero
mas sin sobresaltos.
Tuyo es el triunfo, sabor amargo
del seco fruto del desencanto.
Laurel del triunfo, sabor amargo
del seco fruto del desencanto
miércoles, 18 de abril de 2007
Me siento nintendogs
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1 comentario:
Uff, Mac, me siento totalmente culpable, porque yo he hecho como tu sobrina, me regalaron la nintendogs, mucha ilusion el primer dia, el segundo, el tercero un poco menos... y ahora esta totalmente olvidado.... Como ves, no terminmos nunca de crecer, somos niños eternos como Peter Pan.
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