miércoles, 7 de febrero de 2007

un poco de filosofía barata

A la hora de ir actuando por el mundo, creo que lo primordial para que todo fluya con naturalidad y para que sea más probable estar a gusto y feliz en la vida son 3 cosas, entre otras. Cosa 1: no tomártelo demasiado en serio, que no creas que aquello es la llave de tu por qué estoy en el mundo, de cual es mi misión, el sentido de mi vida, el dorado, el santo grial. Cosa 2: que aquello no te tenga agarrado por las pelotas/ovarios, que no se haya metido en tu mente y expansionado por todas tus neuronas, que no se haya hecho una casita con piscina en tu estómago. Cosa 3: que en las cartas que te repartieron al nacer haya algún triunfillo relacionado con aquello, aunque sea pequeño y que tú seas tranquilamente consciente de ello. Si no se cumplen esas tres cosas, mal vamos.

Pojemplos. Ejemplo 1: la cosa de la tesis doctoral (de aquí en adelante, TD). Yo creo que eso lo llevé bien. Transité fluida y tranquilamente por ella, no me traumatizó, no me obsesioné, no me bloqueó. Hay personas que lo llevan muy mal e incluso llegué a oír leyendas urbanas de gente que se suicidó entre otras cosas por no poder tirar adelante con ella. Yo no. Why? Cosa 1: Para mí no era el santo grial, no daba sentido a mi vida. No tengo un entorno con nivel universitario de tercer grado, mis padres han sido siempre medio analfabetos. Nadie, ni yo misma, exigió nunca en ningún momento de mi vida que me convirtiera en doctora (figura que no existía en la gran familia antes de mí ni creo vuelva a existir después). Y tampoco nunca creí que ser doctor fuera la ostia puta en vinagre. En mi caso, no había dos padres catedráticos de economía que sólo hablaban de universidad y crecimiento económico y les parece obvio que la niña siga sus pasos. No, al revés, mi madre incluso me decía “oye, hija, pero si ya tienes una carrera de lo que sea eso, ¿para qué quieres ser ahora doctora? Claro que a mi me vendría bien porque tengo las rodillas hechas polvo. Porque tú los huesos los estudiarás, ¿no?” Cosa 2: En mi mente, estómago y demás había sitio para más cosas. Yo alucinaba pepinillos cuando oía decir a la gente que desde que estaba con la TD no iba ni al cine. A mí nunca me pasó. Entonces pensé que sería una cuestión de prioridades: ir al cine estaba en la posición ocho para ellos y en mi lista más arriba. Por eso yo iba y ellos no. Pero se ve que no, es que no vivían sino solo para ella, la TD. A mí jamás me quitó el sueño. Ni el día de la lectura. Y desayuné normal. Y meé lo justo y necesario. Y no sigo. Hay gente que ese día se le revoluciona todo y no pegan ojo. Tampoco es cuestión de que parezca que yo fui una capulla feliz que se paseó gozosa en un camino de rosas e inmune a todo mal. Que una es de instinto angustioso y que objetivamente hacer una TD no es moco de pavo. Pero no llegué a según qué extremos. Cosa 3: Amos, yo no soy de nivel Nobel, ni sirvo para hacer la gran TD del siglo, pero soy mediocremente inteligente, constante y responsable, y me daba, creo yo, para sacarme una TD, del montón, sí, pero TD al fin y al cabo. A veces se me olvidaba y me preocupaba más de la cuenta (modesta que es una) pero un triunfillo sí que tenía.

Ahora bien, fallo como una escopeta de feria en el ejemplo 2: el amor. Cosa 1: mal creído y mal pensado, supongo. Pero soy una romántica empedernida, tal vez la culpa la tengan las pelis de Hollywood. Y el que esta vez sí, toda la gran familia (o casi) haya pasado por tener parejas, casarse, ah, the love. Total, que para mí el amor sí es trascendente y mucho. Sí da sentido a una vida, y bla bla bla. Cosa 2: Ahora estoy pilladísima. Por los ovarios, por la mente, por el estómago. Eso paraliza, mucho. ¿Y si digo esto y la cago? ¿Y si actúo así y lo correcto era asá? ¿Y si me rechaza? Una frase que está muy bien y que la oí en la antigua gramola de Joaquín Guzmán es que el miedo al rechazo es más paralizante que el propio rechazo. Miedo. Pánico. Incluso puede hacer que actúes al revés de lo que sientes o piensas. Te vuelves tarumba. Te acongoja. Si no estás tan pillada, todo fluye mejor. Yo digo esto y hago esto, a mi me parece lo correcto y es lo que me sale. Si gusta bien, y si no (que no suele suceder si una actúa tranquila y sin obsesiones) también. Ya hablaremos y rectificaremos si es el caso, sin traumas, sin dramatismos. Y si no, “mira bonita, tú te lo pierdes” (hum, bueno, para eso, también hay que inyectarse autoestima). Está bien estar enamorada pero no hasta límites insospechados y menos si además se combina con una personalidad ya de por sí de instinto angustioso. Cosa 3: Yo creo que para el amor no tengo ningún triunfillo al que agarrarme, amos, yo no soy consciente de ello. No soy guapa, ni simpática, ni graciosa, ni seductora… Y no sé si en este juego se acepta “tener buen corazón” como animal de compañía. Hum, aunque tal vez el problema es que no soy consciente del as que llevo debajo de la manga. Como se esconde tanto, el jodío.

En fin, que para que todo fluya bien y pueda conseguir ser feliz en el amor y que no se convierta en una pesadilla, debería tomármelo más como me tomé la TD, supongo. Y entonces, justo cuando esté relajada, tranquila, sin rollos raros, será cuando las cosas fluirán de manera natural y pueda volver la magia.

Dejo video: Esta canción ya salió creo en el webo, pero lo pongo en castellano el estribillo (no se me quejen de la traducción) y la escucháis y veis, si queréis.

Unwritten. Nastasha Bedingfield

Siente la lluvia en tu piel. Nadie la puede sentir por ti. Sólo tú puedes dejarla pasar. Nadie más, nadie más. Puede decir las palabras en tus labios. Empápate en palabras no pronunciadas. Vive tu vida con los brazos bien abiertos. Hoy es donde empieza tu libro. El resto está todavía sin escribir.

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