Primera estación: De Barcelona a Santander
Todo comenzó el viernes por la mañana. Madre y yo fuimos al aeropuerto para Santander. Menos mal que el taxista era un vecino. Conversación bien. Para la vuelta las cosas cambiarían. Madre estaba excitada. Pero es un poco gafe. Así que el vuelo llevaba retraso. Pero pregúntale. Se hizo amiguita en la sala de espera de una mujer de Comillas, esposa de un militar, con un hijo en Barcelona. Y estuvieron hablando unas cuantas horas. En el avión, madre, como un niño chico, no paraba de hablar y molestarme, yo que estaba intentando leer un libro. Y le dije “Tu amiguita está dos filas atrás, ¿por qué no vas a sentarte con ella y me dejas un poquito en paz?” Pero nada. La tuve que aguantar todo el trayecto. Luego fuimos al hostal en un taxi. Madre habló del tiempo con el taxista. Bien, lo lógico. Aunque no sé porque tiene que sacar conversación en esas circunstancias. Tampoco es necesario. Pero es que ella es asín. Nos hospedamos. Saludamos a los gatos que estaban por allí, qué monos ellos. Y fuimos a comer.
Segunda estación: Santander, viernes
Luego nos tropezamos con la familia. Creo que si vuelvo a ir por el Sardinero, buscaré desesperadamente a miembros de my family y como no los voy a encontrar, me deprimiré. Tan acostumbrada que me quedé. Vimos al padre del novio, justo en el momento en que llegaba mi tía la que no habla, con un dolor de pies y de espalda, que pa qué (ella dixit). La madre del novio nos invitó a todos al carrito que da la vuelta por el parque de la Magdalena y sacamos fotos a los delfines, focas, “lobos marinos” (familia dixit, es que cuando se emperran en algo, por mucho que tú digas leones, ellos a los suyo…)… Y se quedaron todos prendados del señor verde de los semáforos que corre y que cuando queda 5 segundos sprinta. Y casi estuvieron a punto de ponerse en mitad de la carretera a sacarle fotos o vídeos, ignorando los coches que aceleraban…Luego el novio nos invitó a cenar en un restaurante. Hay gente que opina que esa cena estuvo mejor que la boda…En fin. Por la noche no dormí casi nada porque madre ronca como una vaca burra. Pero madre dice exactamente lo mismo de muá. Con lo que es probable que los que roncaran y no nos dejaban dormir fueran los gatos del hostal.
Tercera estación: Sábado, antes de la boda
Por la mañana, madre, mi tía la que no habla y mi tío macgyver fueron a tomar chocolate con churros, mientras yo intentaba dormir. Luego me los encontré haciendo tiempo en los jardines de piquío. Y por una corazonada de la novia de mi primo compramos boletos de la once terminados en 69 y tocó el 99.000. Esto de confundir las ganas sexuales y el ronron de la barriga porque tienes hambre con la lotería no funciona. Al final comimos en el sitio con el menú más barato que vimos, cosa de la crisis. Mi tía la que no habla seguía quejándose de lo suyo. Pero por más que yo intentara encontrar a alguien que apostara a que no iba a bailar en la boda, no lo encontré. Nadie apuesta a caballo perdedor, es como si apostaran a que yo me voy a casar. Hay cosas que no sucederán nunca, sin más. No obstante, ella no estaba cómoda. Tanto es así que mi prima la enrollada, medio argentina (por parte de novio) le dijo “Tita, ¿qué te pasa? Llevas 5 segundos callada”. Jijiji. Obviamente, por si alguien no lo había notado, el mote de “mi tía la que no habla” es irónico. En los postres se fueron a la pelu. Y mientras, yo me quedé con la parte varonil de la familia. Que hay que ver. Las mujeres se van a la pelu y los tíos no saben lo que hacer, parece que les falta el aire. Así que al final fuimos a la pelu a preguntar cuánto tardarían e hicimos tiempo tomando unos chupitos. Entremedias nos encontramos a nuestro primo madrileño sacando money de La Caixa. Jiji. Si es que los extremos se acaban tocando. A madre le habían hecho un peinado que parecía mi ex jefa y yo le dije “vade retro, Satanás”. En fin.
Cuarta estación: Sábado, la boda
La iglesia estaba pasado los Pirineos. Total, que cuando llegamos con el tiempo justo, íbamos con la lengua por fuera. Lo único digno de mencionar de semejante chorrada es qué clase de cura te encontrarás. Este era uno que tenía 77 años, parecía cansado de vivir y amante de las bebidas espirituosas. Amigo de la familia de la novia, eso sí. Y nos dijo que no nos levantáramos en toda la ceremonia. Obviamente obedecimos. También era partidario de pegar hostias a los hijos. Y bueno, tampoco presté atención más allá. La madre del novio me contó que el susodicho se había tomado 4 hostias (de las de comer) y había pegado dos tragos de vino. En fin. La novia, bien, gracias, se ganó un gallifante al dirigirse a mí por mi nombre a las 7 pm, recién casados y seguir recordando mi nombre a las 3 am. A mi cuñá, que lleva casi dos décadas en esta insigne e insana familia, tienes que hacerle un croquis genealógico cada vez que pronuncias un nombre. Así que tiene mérito la chica. Luego nos fuimos a cenar. La camarera de nuestra mesa era una trasunta de la choches de camera café, aunque con el pelo colorao. Pero no tenía su misma leche. Porque si la hubiera tenido, a mi prima Lu le hubiera dicho, después de que pidiera por cuarta vez que le pasaran un poco más la ternera, algo así como “Otra vez la señora, pues ésta te la voy a pasar por el mocho, y te lo vas a comer sí o sí, así mismo, cojonaaaa ya”. Cuando pusieron el baile y la barra libre, en sincronía pura, mi tía la que no habla, y que estaba tan malita de lo suyo, llegó antes a la pista que yo a la barra. Y no paró en toda la puta noche de mover el esqueleto (esqueleto? hum, me salió otra ironía sin querer). Yo tampoco paré en lo mío. Cada loco con su tema. La mujer de mi primo madrileño también dio la nota simpática, como no podía ser de otra manera, igual que mi prima la enrollada. Supongo que hay vídeos de ello, pero aún no me los ha pasado mi tío macgyver. Una boda sosita, de todas formas, en comparación con la de la hermana del novio. Porque al novio no le pusieron en pañales ni nada de eso, ni se besaron encima de la silla ni de la mesa. También es verdad que la familia de la novia es culta y religiosa (no en vano, yo pillé una conversación sobre diócesis y no sé qué diantres). Y al final del rollo padre pusieron la canción de…bueno pondré luego el vídeo… y los novios no bailaron ni nosotros hicimos un corro alrededor de ellos de esos sentimentaloides que quedan tan bien en esas circunstancias. Tampoco hubo cánticos groseros….Lo más fue cuando la mujer de mi primo fue a la mesa de los amigos del novio a cantar algo así como “Ya llegó el verano, ya están aquí las flores, el que no se agache no tiene…” o “Ya llegó el verano, y los pajaritos, la que no se agache no tiene…”. Si no lo habéis pillado, es que sois muy lentas. Y mi madre cometió una metedura de pata al pedirle al amigo más cachondo del novio que dijera “que se besen los padres del novio” y él dijo “es que no está bien”. Y madre dijo “sí, sí están bien, si ya se han arreglado”. Y él dijo “no, me refiero a que no es correcto, porque el padre de ella murió, y…” Y madre dijo, “ahh, sí, es verdad, no está bien”. Y nosotros nos reímos de su metedura de pata. Luego tendría otra más gorda. Y en medio de la celebración, mi primo el gracioso, que le echamos de menos, llamó a su padre macgyver para decir que el abuelo de su novia la había palmado de repente. Eso es la vida: naces, mueres, te casas, todo es lo mismo y todo se junta. En fin.
Y la quinta estación (ay, cómo me gusta a mí este grupo): Domingo, Santander-BCN
El domingo fueron desapareciendo todos. Nosotras al final. Tanto es así que nos dio tiempo de pillar una ceremonia de homenaje a la guardia civil, en la que hablaba el Rubalcaba y que madre vio en primera fila, haciendo fotos a los cojones de los caballos de la benemérita. Luego hicimos más fotos por el centro de Santander. Y fuimos al aeropuerto y nos montamos en el avión. Menos mal que madre no habló tanto. Excepto para decir “no seas tonta, píllate el bocadillito de tortilla que van pasando, aunque no tengas hambre, que ya me lo como yo”. Y es que a caballo regalado… Y al llegar al aeropuerto del Prat, cogimos un taxi y madre, haciendo caso omiso a mi máxima de no dar conversación a los taxistas, al llegar a la ronda y verla llena de coches se le ocurrió decir “y luego dicen que hay crisis…”. Buff. El taxista, admirador inconfeso de Jiménez Losantos, se puso como una moto y dijo algo así como “Señora, y tanto que hay crisis, ya se lo diré a usted en seis meses, entonces todos arruinados. Y este puto gobierno que no hace nada. Que nos han engañado como a chinos. Que yo llevo….uff, 120.000… años con el taxi y ni en el 82 ni en el 93, ni… nunca había visto tan mala pinta como ahora, esto es el acabose. Putos socialistas” Y madre decía “pues es verdad… señor…. Sí… sí… esto,…sí”. Y fallo nuestro fue no enseñarle la foto que habíamos echado a la estatua de Franco en Santander, la única que sigue viva en toda España, creo. Y decirle “qué tiempos aquellos, ¿verdad, señor? entonces sí podías estar tranquilo y feliz”. Lo mismo nos hubiese salido gratis la carrera, a pesar de la crisis. En fin. Pues, eso, que se asoma el fin del mundo, y yo con estos pelos. Y con este Apocalipsis, les dejo a ustedes. Espero que, aunque, como no puede ser de otro modo, se lo hayan leído en diagonal, se hayan sonreído en algún punto. O no. Es igual… Fin de la crónica.
jueves, 9 de octubre de 2008
crónica de una boda anunciada
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3 comentarios:
Curioso personaje ese tal Rubalcaba... (tu ya me entiendes) Y si, es la última estatua de Paquito.. Acabemos con ella!! y espero que a Fede le queden 4 días en la "sagarada COPE" en fín que creo que no te divertiste tanto como en la anterior boda, espero que por lo menos les sacaras partido a la barra libre.
Un beso grande.
Me acabo de dar cuenta ahora que es un video de Seal ¿esa canción pusieron en la boda? Pues que bonito
Tampoco puedes decir que te hayas aburrido del todo... jejej
¿Guerrera yo? jajajajaj
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