cosas sin más

Cada vez estoy más convencida de que esto no lo lee nadie, excepto tú, mi querida anónima B. Simplemente, macbollix desapareció de las agendas del mundo. Caí en desgracia, en el olvido. A nadie le importo. A mí tampoco, francamente. He pensado en estos días en muchas cosas que poner como post en el webo. Pero no he tenido ganas. ¿Para qué?

He pensado en comparar el fenómeno de la sobrecualificación o la sobreeducación -ya sabes, eso de que te licencias o te doctoras para acabar en el paro o diciendo por un micro “mari pili, ponme un happy meal con macnuggets, patatas de lux y un pitisuís”- con el de sobreloving, que es lo que me pasa a mí, sobradamente preparada para amar en un mundo donde no hay tantas carencias de ese tipo o si las hay son de otra índole diferente a mi especialidad concreta amatoria o ya hay demasiadas para lo mismo, y encima, más simpáticas y graciosas que muá. Y eso.

También he pensado en poner lo vacía, triste y oscura que está mi vida últimamente y el domingo por la mañana inclusive estuve buceando en youtube para ver si ponía el vídeo de esa canción que a mí me gusta tanto y con cuya letra tanto me identifiqué en el pasado lejano y me identifico ahora, con un breve paréntesis en medio; pero al final me metí en la cama otra vez a no hacer nada más allá de sentirme deprimida. Esa canción precisamente que enseñé a cantar a mi sobrina mayor cuando era peque, porque si mi hermano le cantaba “clavelitos”, ¿por qué no podía cantarle yo lo que quisiera? Se la aprendió mal, obviamente, y me hacía mucha gracia cuando decía “pero con capas de morí”. Y yo le decía “son ganas, no capas”, y ella me decía “calla, tita” y volvía con sus capas. Pues sí, “la senda del tiempo” de celtas cortos. Esta mañana he visto que me la ha pisado alguien de los blogs de al lado. Es curioso acabar al final con la misma sensación y la misma canción de banda sonora. La sincronización de la tristeza en un momento. Cuando todo podría ser tan diferente.

Y, por último, querida B., también pensé en poner un post de nostalgia. Y es que me siento muy pero que muy identificada con este anuncio. Mucho, demasiado. No me gusta el final ese bebiendo coca-cola y lo de la capacidad para ser feliz y eso, yo lo hubiese terminado bebiendo cerveza y diciendo “qué felices aquellos tiempos de la infancia, que nunca volverán y que siempre serán los mejores”. Y podría contar lo mucho que amaba a Mayra. Y cómo me sentaba cada viernes por la noche con mi bol de palomitas a ver el “un, dos, tres”, del que era una fanática y cantaba hasta la letra del inicio. Y mi obsesión llegaba a unos límites tan insospechados, que el sábado me levantaba a las ocho o las nueve, cogía tres cacharros del mueble del comedor e iba a la habitación de mis padres a jugar a la subasta. Como yo he tenido malas ideas desde chica, siempre les hacía perder el “apartamento en Torrevieja (Alicante)” y mi padre gritaba, como el público, “ooohhhhh” y despertábamos a mi tía la que no habla, que siempre vivió abajo, la cual luego nos recriminaba que jugáramos tan temprano al “un, dos, tres” hombreporfavorrrr, que es sábado. Poseso.

Y ahora me vuelvo a recoger en mi tristeza, con su permiso, querida B. Y no, aún no intenté suicidarme, aunque todo se andará. Y es que ahora estoy algo liada ¡? entre otras cuestiones porque tengo una boda el 16 con barra libre de dos horas (algo es algo) y la visita de un montón de madrileños, y porque espero que de un momento a otro a mi sobrino le dé por aparecer por el mundo de una puta vez. Sus hermanas se adelantaron y él apurando el tiempo hasta el final, hay que ver. Ya empieza a ser un huevón antes de nacer.